Si estás pensando en comprar un animal fuera de lo común, quítate de la cabeza la idea de que existe una sola regla para todo el país. En Estados Unidos, el panorama legal es un desorden total de leyes estatales, locales y federales que cambian apenas cruzas una autopista.
Mientras que el gobierno federal vigila la importación y el comercio entre estados a través del Servicio de Pesca y Vida Silvestre (USFWS) y herramientas como la Lacey Act, la decisión final sobre si puedes tener un lémur en tu sala de estar depende casi siempre de tu código postal. Lo que en Nevada es un trámite sencillo, en California puede llevarte frente a un juez.
Los estados donde “no” es la respuesta definitiva
Hay lugares que no dejan espacio para la duda. California encabeza la lista de los más estrictos: animales que en otros estados se venden en cualquier tienda, como los hurones, erizos o petauros del azúcar (sugar gliders), están prohibidos. La lógica del estado es que, si se escapan, podrían destruir la agricultura local o desplazar a las especies nativas.
Hawái es todavía más radical. Al ser un ecosistema aislado, cualquier especie invasora es vista como una catástrofe en potencia. Si intentas meter una serpiente a las islas, podrías terminar con una multa de $200,000 y varios años de cárcel.
El laberinto de permisos y licencias
Otros estados no prohíben todo, pero te llenan de trámites. Aquí es donde muchos dueños se confunden:
- Texas: Tiene fama de ser tierra de nadie, pero la realidad es otra. Para tener grandes felinos, osos o coyotes, necesitas un Certificado de Registro de Animales Salvajes Peligrosos y un seguro de responsabilidad civil que cubra al menos $100,000.
- Florida: Divide a los animales en tres categorías. La Clase I (leones, tigres, chimpancés) no se permite como mascota. La Clase II (monos macacos, gatos monteses) exige permisos rigurosos y demostrar que sabes manejarlos. La Clase III es para especies más pequeñas y suele requerir un permiso más simple.
A nivel federal, la situación cambió hace poco con la Big Cat Public Safety Act. Esta ley ahora prohíbe que cualquier civil tenga grandes felinos como mascotas, pasando por encima de lo que dijeran antes las leyes de cada estado. Solo quienes ya los tenían antes de la ley pueden conservarlos, siempre y cuando cumplan con un registro estricto.
La letra pequeña: Ciudades y asociaciones de vecinos (HOA)
Incluso si tu estado te da luz verde para tener una pitón o un cerdo vietnamita, tu ciudad puede decir lo contrario. Las ordenanzas municipales suelen ser mucho más severas que las estatales.
Puedes vivir en un estado que permita tener gallinas en el patio, pero si la zonificación de tu barrio es estrictamente residencial, podrías recibir una orden de desalojo para tus animales. Además, si vives en una comunidad con Asociación de Propietarios (HOA), revisa los reglamentos internos (CC&Rs). Muchas de estas asociaciones prohíben cualquier animal que no sea un perro o un gato doméstico, sin importar lo que diga la ley del gobernador.
Lo que te juegas al romper las reglas
Tener un animal ilegal no es como recibir una multa de estacionamiento. Si te descubren, las consecuencias suelen ser definitivas:
- Confiscación: Las autoridades se llevarán al animal de inmediato.
- Eutanasia: Este es el punto más triste. Muchos estados no tienen refugios ni santuarios para recibir animales exóticos confiscados. Si no hay dónde ponerlo, el animal suele ser sacrificado.
- Récord criminal: Dependiendo de la especie y la gravedad de la falta, podrías enfrentar cargos por delitos menores o incluso graves (felonies).
Antes de gastar dinero en un animal exótico, llama directamente al Departamento de Recursos Naturales de tu estado o a Control de Animales de tu ciudad. No confíes en la palabra del vendedor; su prioridad es vender, no asegurarse de que cumplas con la ley.